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ESTAMOS HARTOS



Hartos, asqueados y sin paciencia estamos ya los ciudadanos y los dirigentes políticos siguen como si nada.


Y cómo no, si viven en un mundo aparte. Alejados de las necesidades de los más pobres, distantes de las carencias de las mayorías, ajenos a los problemas padecemos todos los que habitamos México.


Ofrecen sus discursos como si todavía alguien les creyera. Altivos, demagogos, mentirosos. Tan solo escuchar el último de la “maestra de maestros” provocaba náuseas. Y todavía tiene el descaro de decir con arrogancia que el sindicato que representa está libre de corrupción.


Duelen las fortunas que gastan los funcionarios en presentaciones, inauguraciones, clausuras, muchas de éstas sin importancia. Renta de toldos, pantallas, sonido, flores y mantas de miles y miles de pesos, que se tiran minutos más tarde de concluido el evento. Dinero desperdiciado que representa en un solo día, el ingreso anual de un buen número de familias de escasos recursos. Y hay quienes se dan el lujo de jugar a los pastelazos. Pero nadie pone un alto a los excesos porque al fin de cuentas, muestran en internet sus egresos y con eso obtienen ya un 100 en “transparencia”.


Personajes que utilizan plazas laborales para consentir y mantener cerca a sus amantes. Que otorgan posiciones privilegiadas a los hijos de sus compadres, de sus abogados, de sus consuegros. Nepotismo que arropa a sus familiares. Corruptos que permiten el robo descarado a la ciudadanía a través de incrementos en los impuestos, en el predial, en las tenencias, las multas de tránsito y las docenas de mordidas o cobros fantasmas por año.


Ladrones, sinvergüenzas, ineptos, vende patria, de los que dan cuenta los mismos ciudadanos y los medios de comunicación todos los días.


Ejemplos sobran. Fraudes electorales. Cochineros que exterminaron la esperanza de los mexicanos de poseer una institución electoral honesta. La ordeña de Pemex; los contratos ilegales otorgados a extranjeros por ser progenitores de altos funcionarios; los litros de 800 mililitros que nos entregan a los consumidores de las gasolineras; los moches solicitados para acortar los trámites burocráticos.


Están también las despensas a cambio de votos, las carnes asadas a cuenta del erario, las concesiones para otorgar servicios necesarios o públicos y que sirvieron solo para encarecer los precios y enriquecer fortunas privadas de unos cuantos.


Y qué decir de los prestanombres para adquirir bienes inmuebles; de los poseedores de las llaves de los parquímetros; de los funcionarios que desean hacer de México un lugar para probar suerte o adquirir vicios o sida, a través de casinos, tugurios y tables dances, publicitando al país -y a nuestra ciudad- como soñado destino de prosti-turismo.


Cómo olvidar los retenes, fuentes inagotables de extorsión e ingresos. Los cuidadores del orden público que matan por docena haciendo gala de su prepotencia. Y los generosos, que dan en comodato terrenos que no les pertenecen o que pretenden vender o fraccionar nuestros recursos naturales. Los que solapan fraudes bancarios y esos que los bancos mismos comenten a sus cuentahabientes.


Todavía estamos en espera de justicia ante el FOBAPROA aunque algunos digan que ya es asunto pasado. ¿Dónde están las camas del ISSSTE?. ¿En qué se invirtieron los montos de las pensiones del IMSS?...


La lista es interminable y aún así, algunos corruptos insaciables se anotan en la siguiente contienda para perpetuarse en el poder.


¡Cínicos!


Son los gobernantes inconscientes los culpables de la violencia y delincuencia desatada en el país. Lo que vivimos son manifestaciones de hartazgo de ciudadanos haciéndose justicia por propia mano. Preámbulo de un posible levantamiento ciudadano.


Dice una frase que cuando el pueblo deja de temer al Gobierno, es el Gobierno el que debe empezar a temer al pueblo.

¿Es que no se dan cuenta?

grios@assesor.com.mx


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