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MÁS CABEZA Y MENOS EMOCIÓN



Hace años un ejecutivo me dijo entre lágrimas que desde la moda de contratar a personas con alto “drive” (empuje), los metódicos y ordenados como él se habían convertido en la burla de los demás. Tenía razón.


Antes de los 70´s, el énfasis en la contratación del personal ejecutivo era la elección de candidatos con altos puntajes en los aspectos intelectuales. Buenas calificaciones en habilidad numérica, verbal, abstracción, inducción, deducción, síntesis o análisis era lo más solicitado.


Pero aparece Howard Gardner en 1983 con su teoría de las inteligencias múltiples, basada en la hipótesis de que cada persona tiene al menos ocho inteligencias cognoscitivas: musical, cinético, lógico, lingüística, espacial, interpersonal, intrapersonal y naturista.


Rápidamente se afianzó la idea de que los cuerditas, los de 10 en la escuela, muchas veces no eran los que triunfaban en el mercado laboral.


Las investigaciones mostraron que un buen coeficiente intelectual, poseer conocimientos y tener intereses apropiados ya no era suficiente para obtener éxito.

Claudio Ibáñez, Director del Instituto Chileno de Inteligencia Emocional señaló que dado que el ambiente se fue haciendo más competitivo, impredecible y turbulento, con velocidad y profundidad en los cambios y sin control por parte de los individuos y las empresas, se buscó reformular el modelo más apropiado para encontrar este éxito.


Así, el Dr. Reuven Bar-On propuso en los años ochentas la medición del “cociente emocional” a través de un instrumento llamado “EQ-I”. Y en 1995 Daniel Goleman logró poner los ojos del mundo sobre este tema, haciéndose famoso por sus libros sobre inteligencia emocional e inteligencia social.


Desde entonces y con insistencia, la mayoría de los empresarios se enfocaron en una búsqueda intensa para integrar en sus filas a personas con altísimos niveles de auto confianza, iniciativa, empuje, sociabilidad, comunicación, adaptabilidad, creatividad frente a las dificultades y los obstáculos, manejo de conflictos, negociación, liderazgo, trabajo en equipo y sobre todo, desempeño bajo extrema presión.


Los cautelosos, diplomáticos, reservados, analíticos, detallistas y ordenados fueron percibidos como conservadores, lentos, pasivos e inseguros y desdeñados por las Organizaciones o desplazados de los puestos clave por personas sociables, con capacidad de generar muchas ideas y de realizar trabajos con gran energía y entusiasmo.


La clave del éxito según Goleman, consistiría en que cada tipo de competencia tuviera una proporción de una tercera parte de destrezas técnicas y habilidades intelectuales y dos terceras partes de inteligencia emocional.


No obstante, he observado que las empresas prácticamente han olvidado asegurarse de que sus empleados posean sólidos conocimientos en los aspectos intelectuales y se han volcado en proveerse exclusivamente de las habilidades emocionales.


Por ello a mi juicio, muchas empresas están fracasando y muchos países padeciendo graves problemas económicos derivados de la ausencia de personas con pensamiento abstracto, analíticas, que sepan administrar riesgos, anticipar consecuencias y basar sus ideas, iniciativas y decisiones en datos, hechos, ciencia y experiencia y, no en creencias, supuestos y corazonadas.


El perfeccionamiento de las personas por medio de capacitación se ha orientado a través del desarrollo de sus destrezas y no de los conceptos, pero si las personas no poseen éstos conceptos y los que tienen no están fundamentados en la investigación, no hay destreza susceptible a desarrollo.


Se dice que las organizaciones no fallan por sus procesos de planificación sino por la ejecución de sus planes. El presente demuestra que sin planeación y conocimiento profundo, no hay iniciativa, empuje, asertividad, sociabilidad, trabajo en equipo y vigor que valga. Sin una meta definida, fundamentada y sin las acciones de todos apegadas a ésta, no hay persuasión, carisma, brío y esfuerzo que sirva para algo.


Es momento para integrar de nuevo en la vida laboral a los sabios, los académicos, investigadores, científicos o a los nerds. Momento para valorar a los estudiosos, intelectuales, técnicos y expertos.


Más cabeza y experiencia y menos emoción, evitarían catástrofes como las que hoy padece el mundo entero.

grios@assesor.com.mx

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